1.25.2007

aunque tú no lo sepas

"...me he inventado tu nombre". Los secretos


Ella tiene
una blusa transparente y treinta y pocos
tacos en el quicio de la boca
que no sabe de insultos si sonríe.

Dame tu número, le dije
y me lo dio
pero debió de sentirse adolescente
porque los números que me dictó y yo copiara
descubrí, a los pocos días,
no eran suyos
cuando contestó al teléfono un tal Lucas
que resultó ser un párroco de Cuenca.

Reí bastante con aquello
superada la cara del principio
cuando aquel buen hombre
me absolvió de todos mis pecados,
me recomendó reflexión y duchas frías,
menos bares y mujeres
y de penitencia
un Mea Culpa y diez Avemarías.

No quedó mas que en tenue ventolera
aquel tímido desaire
y cuando me la volví a encontrar
al poco tiempo
no podía recordarlo ni siquiera.

Hola me dijo
y hablamos de todas esas cosas
que recobran la importancia cuando alguien
sólo sabe de nosotros lo que escucha.
Era tarde
pero seguimos aún así tomando copas;
la noche volvió a pasarse en un suspiro
y creo recordar que muy borracho
cuando encendieron las luces yo cantaba
aquella vieja canción de Los Secretos.

Fue al salir del bar
al recordar la madrugada que es invierno
cuando me habló de ingeniería de los besos
Yo, que soy de letras, traté de convencerla
de que el verso suele hacerse más al labio
y el labio, a veces, más al sueño.

El caso es
que al besarnos
pusimos en común las dos teorías.
Tú volviste a casa,
y yo, como soy más vengativo,
al llegar a la mía llamé a Lucas
-que resultó ser un párroco de Cuenca-
y le dije que esta noche
no pienso cumplir la penitencia ni rezarme
ninguno de los diez Avemarías.

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