1.24.2007

Exámenes


Aunque acate
no valoro los apremios de los días
ni los plazos necesarios
ni el ímpetu de fechas señaladas.

Desprecio
con una rabia maniatada
el destino en las agendas y a tal hora,
o esos maleducados relojes que señalan
con sus dedos lúgubres el tiempo
y se olvidan de ofrecerlo sólamente.

Hay muchas noches como ésta
en que el futuro
se limita sólo a ser una palabra
pisándole el talón al calendario,
una víspera sin emoción
de velas, ruidos, o de nubes
que promete libertad para más tarde.

Así, cuando me someto a este guión
que de cuerdo se hace soga
resulta
que parezco ser un hombre,
y me dicen que muy bien, que qué alegría
de verme despertándome temprano
y me cargan
de palmadas en la espalda
que dicen entre dientes ya era hora.

Por eso yo
que no tengo reloj por ideales,
no alcanzo a escucharles ni siquiera;
no saben
que por mucho que madrugue y tenga horario
y los pies de plomo sobre el suelo
siempre viviré
con la cabeza perdida en otra parte,
fumando en Babia un cigarrito, y quizá
mirando de reojo hacia ese cielo
donde guardo las cosas importantes.

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