8.27.2008

DiecisieteENEROdosmilocho

Hay siempres
que no duran dos inviernos.

Los he visto escritos y caducos
en el dorso de una fotografía,
en la primera página de un libro
o al final de alguna carta
que supongo envié cuando era joven.

Siempre
es herir de muerte al albedrío,
no dejar al minuto ser minuto,
hipotecar las caricias de algún modo.

Hay cajas de zapatos
repletas de siempres
acumulando polvo al fondo del armario
junto a billetes de autobús en otro idioma
y a entradas de cine, borrosas,
como las tardes contigo.

Por eso tú
sin ven
ni quédate
ni no te marches,
hablas el lenguaje que manejo
en el que sólo vale
un ahora
un quizá mañana
un cuando vayas a marcharte
no lo hagas demasiado lejos.

8.16.2008

Olvidar ciertas cuestiones

Pasará deprisa, se plegará
dispuesto a solaparse entre el resto;
sólo otra pestaña
en otro taco de calendario
deshojado entre una montaña de papeles.

Pasará
pasará deprisa
y yo volveré a este instante
como he vuelto
a todos los instantes de mi vida.

Me veré mudo, mirándote
sin saber de dónde el miedo
ni en qué momento,
ni por qué
no salí corriendo detrás tuyo.

Y es que
ya no tengo prisa para nada.

Pasará este instante, se plegará, y yo,
que regresaré seguro, me diré
que habría estado bien olvidar ciertas cuestiones,
volverme loco
y solamente
salir corriendo detrás tuyo.

Síndrome post-vacacional

Como el dolor de muelas
con poco juicio,
como el suspiro blanco e insomne,
como conseguir ser yo
cuando me intentan convencer de lo contrario.

Inevitable
igual que la marea
ruin de la emetreinta;
como no saber la hora,
como aprender a amanecer
de un modo salvaje y anarquista.

Igual de inevitable
es este día oscuro, esta nostalgia,
esta congoja de traer el corazón
metidito en un puño.

Compartidos


Como en los días del norte
que eran noche mucho antes
y el camino de arena se perdía
con vistas a ninguna parte
que no fuera un hipotético horizonte.


Si siguiera siendo enero
habríamos quemado todo el bosque,
seguiríamos desnudos, apenas extraños,
tanteándonos las hogueras, compartidos
como el frío detrás de la ventana.


Ahora es Madrid la que atardece
y tras tu hombro
se quema tan hermoso el horizonte
que casi me entristece
mirar contigo el mismo sol
pero con tan distinto norte.