Hay siempres
que no duran dos inviernos.
Los he visto escritos y caducos
en el dorso de una fotografía,
en la primera página de un libro
o al final de alguna carta
que supongo envié cuando era joven.
Siempre
es herir de muerte al albedrío,
no dejar al minuto ser minuto,
hipotecar las caricias de algún modo.
Hay cajas de zapatos
repletas de siempres
acumulando polvo al fondo del armario
junto a billetes de autobús en otro idioma
y a entradas de cine, borrosas,
como las tardes contigo.
Por eso tú
sin ven
ni quédate
ni no te marches,
hablas el lenguaje que manejo
en el que sólo vale
un ahora
un quizá mañana
un cuando vayas a marcharte
no lo hagas demasiado lejos.
que no duran dos inviernos.
Los he visto escritos y caducos
en el dorso de una fotografía,
en la primera página de un libro
o al final de alguna carta
que supongo envié cuando era joven.
Siempre
es herir de muerte al albedrío,
no dejar al minuto ser minuto,
hipotecar las caricias de algún modo.
Hay cajas de zapatos
repletas de siempres
acumulando polvo al fondo del armario
junto a billetes de autobús en otro idioma
y a entradas de cine, borrosas,
como las tardes contigo.
Por eso tú
sin ven
ni quédate
ni no te marches,
hablas el lenguaje que manejo
en el que sólo vale
un ahora
un quizá mañana
un cuando vayas a marcharte
no lo hagas demasiado lejos.