1.09.2009

Cómo?

Redonda irrealidad, siempre curva,
calor de enero inopinado, fugaz
y aún latente de algún modo
sobre todo por las tardes.

Labios y vientres agrietados
lejanos un instante al frío
besos
de los que acaban por cavar tumbas
dulces sarpullidos de tu boca, incendios
de invierno por mi piel
en rojas mordeduras.

Quiero y no quiero
la inocencia que odias pero inspiras
cada vez que callo una palabra
cada vez que te miro y sé
que también tú quieres
y no quieres.

Sin saber muy bien el cuándo
acabaremos por hacernos viejos,
tú pensando en el día que me marche
y yo aquí, viéndote irte, susurrando
que cómo cojones no voy
a tener miedo.

Paredes acolchadas

Para Norman Y Hanníbal,
con cariño.


“Queda prohibido terminantemente
traer cabras a este manicomio”
lo que pasa es que la peña
ya no lee los carteles
y están los internos desmadrados.
Ciempozuelos al lado de esto
parece un parque de atracciones.

Hemos decapitado celadores
estrupado enfermeras
sofronizado a los loqueros arrogantes
y nos hemos llegado al dispensario
con la única intención
de ponernos hasta el culo de pastillas.

Cada dos horas dan un pase
de alguien voló sobre el nido del cuco
para inspirar técnicas de huida.
Norman Bates
ha montado un taller de esquizofrenia
con razonable éxito de público
y el doctor Lecter se ha encerrado en la cocina
con intenciones no del todo claras.

Quien más quien menos: huye,
saltan por las ventanas
intentan derribar los muros a la calle
con capirotes como cascos de romanos.
Para mí
que están fatal de la cabeza.

Pero son muchos años en este centro
no sé vivir sin paredes acolchadas, y además
ya han traido cabras otras veces;
marchad vosotros, que a mí
me da la risa.

Eso sí
pasáos por favor de vez en cuando
y así me echáis un ojo
no sea que se me afloje la camisa.