2.15.2010

Vistas



Vistas a las ventanas invernales
de un colegio de internos
extrañamente silencioso, de domingo
cercanamente ajeno a la rutina
al gris ulular que mañana
habrá de darle significación, cárcel
o historias que contar más adelante
como páginas llenas de paréntesis
entre los capítulos soñados.

Las obras y el barro del camino
de impretendida aunque válida metáfora
herido de huellas de camiones
y agujeros cada semana más profundos
por el que circulamos en un vehículo lunar
tratando de no quedarnos encallados
eligiendo
el mejor sitio de penumbra
del más humilde paraíso.

Es la hora de asesinar los lujos
de postergar las vistas de postales
rechazar los mares, las cataratas, las distancias
los viajes cadavéricos y todos los runrunes
de orillas innecesarias, sustituidas
por una carretera que va de tal a dónde
con glóbulos de coches como estrellas
fugaces
que tras la fina capa de vaho de los cristales
surcan el suelo transportando
los devaluados deseos de la gente.

Y al alcance de la mano, tú
habitante temerosa
despeinada
sucia, en guerra,
habitante adormilada, propietaria
del último par de ojos de la tierra.

Y después que nosotros
juntos, nuestras cenizas
se llegarán hasta este mejor sitio de penumbra
en memoria de este día en que miramos
tanto y tan hermoso fin del mundo.