4.21.2010

Recen por mí



A Millet.
En silencio.

.


Angelus perpetuo, oración
de día encapotado y mañanas amables
bajo los que parecen últimos cielos grises
antes de los primeros brillos del asfalto
y de las primeras tardes de parques atestados
con gritos de niños y balones.

Oración escuchada
de dos agricultores que han estado siempre muertos
que desconocían el peso de sus voces
atemporalmente ajenas
en plena demostración de eternidad
sin tilde pretendida pero puesta
en la humildad con la que ciertas almas
hacen ciertas cosas
inalcanzables para el resto.

Quizá solo pidieran
por lo que el tiempo al final ha concedido.
Él ya no recogerá su horca, esa carretilla
va a quedarse siempre exactamente donde estaba
y a sus pies el modesto capacho va a durarles
para el resto de sus días.

Pero ahora las almas son distintas,
también las oraciones. Los tiempos
cambian.

Tantos días desde entonces
tantos siglos y sin embargo
dos únicas maneras de ser eternos: la suya
y esta mía.

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