A Juan,
al fondo hay sitio.
Perdidos
como una polilla que cambia
su armario por un libro,
a la que se le hacen
enormes las letras en la boca
gigantes las palabras
los renglones eternos porque ella
sigue soñando solamente
con hacerle agujeros a la ropa.
Hubo espacio para todo en este libro
hasta para los días iguales
los mismos lunes con ojeras
los mismos cigarrillos, los cafés,
hasta la misma cara tonta en los cruasanes.
Aquellos meses tristes
mi febrero
tu noviembre
cuando creímos ahogarnos en los charcos
y no supimos poner rectos los renglones
que a veces
nos ocupamos de torcer nosotros mismos.
De aquello hoy me quedé sólo contigo
porque nadie
y cuando digo nadie digo nadie
vino a buscarme hasta ese invierno
en el que ya no hace desde entonces tanto frío.
Ahora cuando lo releo
no suelo pararme en esas hojas
sino que voy, como polilla lista
a posarme sólo sobre lo bueno
que fue mucho, tanto
que desde esta perspectiva
no puedo ni abarcarlo con los dedos.
Tantas mañanas
Tantas mañanas
tantas cosas
tantos sueños
entre clase y clase contados al oído.
También aquellos días,
esa chica,
el corazón latiendo en la garganta
retumbando al verla en el pasillo.
Tantas cosas Juan... y aún así
no me resultan demasiadas.
Míranos
tú y yo en este circo
en el que están tan altos los enanos.
Siempre tú y yo, tanto
que no sé escribir ni una letra más en este libro
si no te tengo al alcance de la mano.
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