6.17.2009

Lázara

Lázara tranquila
apurando la última croqueta
aunque comparte conmigo
la mejor esquinita con jamón.

Llega
como una niebla televisiva
inesperadamente nítida
de lexatín machacado hasta este pulso
donde una mano
me lía los pitillos y los prende
sin temblores esta vez.

Luego riega
las plantas con nombre que le regalé
una tarde. Frunce el ceño a los pulgones
se pelea con el olor de algunas hojas;
según dice
le gusta cuidar de lo que es suyo.

Lázara está ciega: ella conduce
pinta paraísos probables
en el envés de los párpados:
trampantojos en fachadas de edificios derruidos
como el mejor paisaje de una siesta
en que se suda y se sueña
con la resurrección.

Lázara está loca
y está viva
de un modo incomprensible en que yo quepo
de copiloto cantándole las curvas
fumándome un porrito, deseando cosas sencillas
algo así como que siempre
fuera jueves de junio por la tarde.





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